Thursday, November 30, 2006


FAKE PLASTIC TREES

La época navideña, que se acerca rápidamente, entre pruebas y trabajos finales, entre términos y comienzos, es sin duda una de mis favoritas. No por todo el aparataje comercial que lo rodea, no por ese insistente jingle bell mecánico y monofónico de cada adorno navideño, sino por cierto espacio intimo y solitario, que se nutre de esta festividad, pero que es del interior, de lo profundo.

Siempre he tenido una fijación con el árbol de navidad, no por que haya comprado el pack navideño de falsa alegría, falsos ídolos y falsos inviernos, sino que ese árbol representa uno de mis grandes sueños: tener un árbol dentro de mi casa; y si mas encima le añado decena de luces, oscuridad y paz convierto ese espacio en un lugar propio, un lugar de evocación, un lugar para sentarse en la noche, en los días previos, en los momentos en que no hay nadie alrededor, porque el 24 y 25 celebra, los días anteriores espera, y es lejos de la algarabía de las fiestas donde es placentero pensar entre los destellos intermitentes de aquellas estrellas domesticadas, de aquellas luces que iluminan aquel árbol que se ve imponente en un costado de la casa.

Cuando pequeño siempre ponía una condición: que el árbol fuese real. Lloraba cuando querían cambiar las cosas y también cuando al principio de enero se habían ido las luces, el verde y el árbol mismo. Hoy no reemplazo la falta con lagrimas, pero aun sigo pidiendo que sea real, sólo para volver a ese lugar que aparece en diciembre, sólo para volver a sentarme cuando todos duermen y perderme entre las luces, sólo para el aroma, sólo para la humedad, sólo para soñar.

“UNA LUZ REPARTIDA EN EL ESPACIO, SEPARADA POR LAS HOJAS, SE HACE DIFUSA CUANDO CIERRO LOS OJOS Y ME VOY A OTROS MUNDOS”

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